Los Anillos de Kandar - Capítulo VI


Capítulo VI

Jessica había llegado a su casa. Sacó las llaves y las colocó en la cerradura. En ese preciso instante, un mareo la invadió sin previo aviso, y sin comprender por qué, sus labios pronunciaron una palabra.

—Funciona…

De nuevo, la conciencia de Fausto había tomado posesión del cuerpo de Jessica. Él lo notó al instante; una vez más, pudo percibir las sensaciones que esa piel le brindaba.

—Mira nada más este rico cuerpecito… Papi lo extrañó todo el día.

Aquel hombre murmuró de manera escalofriante, usando la delicada voz de Jessica.

Fausto notó que tenía las llaves del auto en la mano, revisó el bolso que llevaba consigo, encontró algo de efectivo, un lápiz labial y otros objetos.

De inmediato, una idea retorcida comenzó a formarse en su mente. Una sonrisa macabra brotó de sus labios y, con voz igual a la de Jessica, adorada con tono seductor, dijo para sí.

—Es hora de que esta putita vaya a visitar a papi. 

Cerró la puerta y salió a toda prisa. Se subió al auto y condujo a toda velocidad. 

Al llegar, estacionó el auto y entró. El lugar era modesto, pero decente. Fausto vivía en el segundo piso de una vecindad. Jessica subió las escaleras y caminó con seguridad hasta el departamento 49.

Frente a la puerta, Jessica —o mejor dicho, Fausto dentro de ella— cayó en cuenta que no podría entrar, pues no tenía la llave consigo. 

Jessica se asomó por la ventana.


El cuerpo de Fausto yacía inerte en el suelo. Entonces recordó la llave extra bajo la maceta. Fue por ella, la tomó y abrió la puerta.

El corazón de Jessica latía con fuerza, estaba completamente impaciente por darse placer esa noche.

Jessica se acercó lentamente al cuerpo de Fausto, lo giró con esfuerzo y lo colocó boca arriba. Luego, se montó sobre él, dejando caer su trasero sobre su rostro, frotándose con descaro.

—Papi, disfruta del rico aroma de la puchita de esta putita. Este delicioso culito es todo tuyo esta noche. 

La voz sensual de Jessica rompió el silencio de la habitación.

El cuerpo de Jessica inmediatamente se sintió excitado. Reaccionando acorde a los perversos deseos de Fausto, su zona íntima escurría en fluidos.

—Mira nada más, exclamó en tono condescendiente.

—El coñito de esta zorrita ya se mojó, se ve que le urge tu verga.

Jessica se levantó, metió la mano bajo su vestido y se quitó las bragas, totalmente empapadas e impregnadas por sus fluidos. Rápidamente, las restregó en la cara de Fausto. 

—Papi, date gusto. 

Jessica llevó sus bragas hasta su nariz e inhaló profundamente.

—Qué pinche olor más rico… no me voy a cansar nunca del aroma de la pucha de esta pendeja. —dijo con voz entrecortada por la excitación.

Al bajar la mirada, notó los pezones endurecidos de Jessica, marcados en su vestido.

—Ya se me habían olvidado estas niñas… qué tetas tan sabrosas —dijo, quitándose la blusa y revelando que no llevaba sujetador.

—Mira nada más. Se ve que a esta putita le encanta exhibirse, me la imagino con los pezones bien pinches parados todo el día.

Sujetó sus pechos con ambas manos y los frotó contra la cara de Fausto.

—Papi, date gusto con mis pinches tetotas, porque a partir de hoy son todas tuyas. —dijo usando la voz de Jessica con una naturalidad inquietante.

Con dificultad, retiró los pantalones y la ropa interior de Fausto.

—No mames… con estas manos, mi verga se ve enorme —susurró entre risas.

Jessica comenzó a masturbarlo. El miembro de Fausto respondió al estímulo, aumentando de tamaño poco a poco. De pronto, sus manos 

se detuvieron.

—Puta madre. ¿Esto será de maricones?

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