Te dije que te iba a sacar de trabajar - El Caos Universal



Don José era mecánico. De los viejos. Barrigón, sudoroso, siempre con una mancha de aceite en la camiseta y una sonrisa pícara en la boca.
Cada viernes por la noche, se daba su escapadita al Club Eclipse, donde se sentaba en su misma mesa, pedía su mismo whisky barato, y esperaba a ver salir al escenario a Nikki.

Ella era la joya del lugar: curvas de diosa, rostro de pecado, movimientos que hacían sudar hasta al aire.

Don José, como buen cliente fiel, solía decirle con voz gruesa y entre dientes:

—“Mijita, tú no deberías estar aquí… yo te saco de trabajar.”

Ella se reía, coqueta. Él lo decía medio en broma, medio en serio. Porque en su cabeza, aunque fuera un tipo tosco y pasado de kilos, la fantasía de tener a Nikki solo para él era su secreto más preciado.

Pero el Caos Universal lo cambió todo.

Don José se despertó tirado sobre un neumático, el taller en silencio, el sol dándole en la cara.
Solo que al abrir los ojos…
sus manos eran suaves, delgadas…
sus uñas estaban pintadas…
su pecho pesaba… demasiado.

Corrió al espejo retrovisor de un auto destartalado y casi se desmaya.

Era Nikki.

Cabello largo, labios carnosos, un cuerpo esculpido por los dioses…
Ahora era él. O mejor dicho… ella.

Y entonces, soltó una carcajada ronca, que ahora salía con voz dulce y aguda:

—“¡Te lo dije, preciosa… te iba a sacar de trabajar!”

Ahora, Don José —en el cuerpo de Nikki— tiene en sus manos la oportunidad de vivir como siempre soñó: una vida de lujo, de deseo… y sí, de autocomplacencia total.
Ya no es un cliente mirando desde abajo: es la estrella del show.

Pero lo que comienza como una comedia de erotismo y venganza, pronto se vuelve un juego más peligroso: porque el cuerpo tiene sus propias memorias, sus propias adicciones…
Y porque, tal vez, ser Nikki es más adictivo de lo que imaginaba.





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