Capítulo V
Fausto volvió a casa con una sensación de vacío e inquietud. Sabía que lo de la noche anterior había sido real y que era por causa del anillo. No podía dejar de pensar en ello. A lo largo del día intentó replicar el suceso, colocandose el anillo una y otra vez sin éxito.
La ansiedad lo consumía; no sabía qué hacer, pero no estaba dispuesto a renunciar así como así a tan increíble placer.
Más tarde, Fausto llamó a Marcos, su compañero, para reportarse enfermo y pedirle que lo cubriera.
—Marcos, sí, wey, soy yo, Fausto. Hazme un favor. La neta, me estoy sintiendo de la verga y no creo poder ir hoy a cubrir el turno. —No seas cabrón, cúbreme hoy.
Dijo Fausto con voz temblorosa por teléfono.
—Sí, cabrón, no seas gacho. Además, recuerda que tú me debes una. Mira que te lo estoy pidiendo porque neta me siento como el culo.
Marcos, al otro lado de la línea, aceptó, aunque no muy gustoso.
El tiempo transcurría y Fausto no podía quitarse de encima la ansiedad provocada por aquel pequeño objeto que parecía mirarlo fijamente desde la mesa.
Cada hora que pasaba, Fausto se colocaba el anillo, sin éxito. Aquel objeto no parecía responder, y él estaba a punto de darse por vencido.
Lo miró fijamente, poniendo todos sus deseos en él, tratando de descifrar qué podría activar aquel caprichoso objeto de nuevo. Probó suerte una última vez colocandose el anillo.
No sucedió absolutamente nada…
Fausto caminó en círculos por su habitación, completamente ansioso y cansado. Pensando comenzó a cuestionarse si en realidad todo había sido un sueño, una mera alucinación.
Eso debió ser; era demasiado bueno para ser cierto, se decía así mismo.
—Puta madre, esta mierda no funcio…
Aquel hombre ni siquiera pudo terminar de pronunciar la frase y repentinamente, cayó al piso. El cuerpo de Fausto yacía tirado en el suelo, inmóvil.
Noooo otra ves suspenso
ResponderBorrar