Capítulo IV
El despertador sonó en punto de las 06:00 am; Jessica se despertó abruptamente. Sintió un leve mareo y una extraña sensación de vacío. Algo era diferente en ella, no sabía explicar qué, pero no podía evitar percibirlo. Como si Jessica supiera muy en el fondo que algo le hacía falta.
Atonita, notó que estaba completamente desnuda y contempló con detenimiento todo su cuerpo. Sentía que en ella algo no encajaba, como si fuera ajena a su propio cuerpo.
Observó detenidamente sus manos, percatándose de un peculiar anillo que le pareció muy familiar. En un impulso y casi por instinto, aquellas suaves y delicadas manos se aproximaron velozmente a sus pechos y comenzaron a masajearlos vigorosamente.
Jessica cerró los ojos y, dejándose llevar por el placer, murmuró.
—¡Puta madre! Qué pinches ricas están mis tetas y mis pezoncitos de zorrita.
Pensamientos lascivos comenzaron a brotar de lo más profundo de su mente.
—Mira nada más este par de tetotas, este rico culito y esta puchita de zorrita; no cabe duda de que soy una puta bien sabrosa.
Comenzó a acariciar su cuerpo con lujuria, dejándose llevar por sus impulsos.
De nuevo la alarma de su teléfono sonó, sacándola de su transe. Jessica se quedó atónita, no entendía por qué estaba haciendo eso o por qué se había referido a sí misma de aquella vulgar manera.
Miró su reloj: 06:30 a.m. El tiempo corría y se le hacía tarde para ir al trabajo. Se arregló a toda prisa y, al ver su rostro, de nuevo se sintió extraña. Su imagen en el espejo le parecía muy atractiva, de una manera en la que jamás se había visto a sí misma.
—Qué sabrosa te ves, pinche putita.
Se sonrió de una manera un tanto pervertida y salió a toda prisa.
Jessica llegó a su trabajo y en la entrada se topó con Melissa. Al acercarse a ella, no pudo evitar tener pensamientos pervertidos hacia su compañera, brevemente imaginándola totalmente desnuda.
Melissa notó el anillo en su mano, a lo cual Jessica no dudó en agradecer aquel regalo, sin saber el oscuro secreto que aquel objeto ocultaba.
Para Jessica, a pesar de sentirse extraña, el resto del día transcurrió casi normal hasta que, estando en el sanitario, inexplicablemente comenzó a sentirse tremendamente excitada. Al igual que antes, como si necesitara satisfacer un deseo reprimido, comenzó a masturbarse salvajemente. Por unos breves instantes perdió la noción hasta que escuchó a alguien entrar al baño. Esto la obligó a detenerse y volver en sí.
Al verse en el espejo del lavamanos, Jessica estaba totalmente incrédula; no entendía por qué estaba haciendo eso.
—¿Qué me está pasando? —se preguntaba a sí misma.
Al finalizar su día de trabajo, caminó por el estacionamiento hasta su auto. Jessica no dejaba de cuestionarse qué le estaba sucediendo y por qué se comportaba de aquella manera.
Al llegar a su departamento, estacionó su auto, caminó hasta la puerta de su casa, sacó sus llaves y las colocó en la cerradura...
Continuará...
Ohhhh efectos secundarios, me gusta!
ResponderBorrarMe gusta que las acciones de Fausto están teniendo consecuencias en el subconsciente de Jessica. Muy buena historia
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