Laura se cambió de ropa y salió de la cárcel aún con el semen escurriendo de su vagina y de su ano. Pidió un taxi y se subió.
En el trayecto, ella se percató que el taxista era uno de esos sujetos pervertidos, así como él solía ser. Aquél tipo no paraba de mirarla por el retrovisor.
—Pobre infeliz, su vieja debe de estar bien de la verga. Pensó Laura.
—Para que al menos una vez en tu vida veas lo bueno. Dijo Laura, mientras se puso en medio del asiento y se levantó el vestido, dejando a la vista su vagina aún impregnada de semen y de manera lasciva se comenzó frotar los pechos. Así siguió casi todo el trayecto hasta su casa.
—Bueno, espero que le gustara el show. Dijo con voz sexy. Laura guiñó un ojo y el taxista solo asintió con la cabeza. Ella se bajó del taxi y se fue sin pagar.
Laura entró a su casa y escuchó a su marido llamarla.
-Amor, ¿puedes venir un momento?
-Si Juan, ¿Qué pasa? Dijo Laura extrañada.
-¿Qué te pasa a ti? Preguntó Juan muy serio.
-¿A mí? Replicó Laura algo nerviosa.
-No te hagas la tonta, sé que algo no está bien por la forma en la que actúas. Dijo Juan visiblemente molesto.
-Mi amor, no sé de qué hablas. Laura puso una cara triste y casi a punto de llorar.
-Laura, no lo niegues, sé que algo extraño sucede y quiero una explicación. Juan Levantó la voz.
La cara de Laura cambió por completo y dejó salir una macabra sonrisa.
-Felicidades imbécil, me descubriste.
-¿Amor? Juan estaba totalmente confundido.
-Para qué seguir fingiendo. No soy Laura, no del todo, es más. Ni siquiera soy mujer. Laura respondió con una voz muy distinta a la suya
-¿Qué demonios te sucede? ¿Quién o qué chingados eres y qué hiciste con Laura? Juan preguntó exaltado.
-¿Qué soy? -Soy el nuevo dueño de éste cuerpo, pero no te preocupes, Laura sigue aquí conmigo. Mientras lo dice, Laura acaricia sus pechos de forma lasciva
-Escúchame desgraciado, No sé quién o qué chingados seas pero quiero que abandones el cuerpo de mi esposa en este momento. Gritó Juan enojado.
Laura soltó una burlesca carcajada.
-Mira pinche animal, el perfecto cuerpecito de tu esposa ahora es mío. No sé cómo o porqué terminé en él, pero te puedo asegurar que lo voy a disfrutar como a mí me dé la gana.
-Pero amor, tienes que reaccionar. Juan tomó a Laura del brazo y la sacudió bruscamente.
-Suéltame pendejo. No me digas amor, pinche imbécil. Yo no soy Laura, que te quepa en la puta cabeza.
-¿Quién diablos eres?
-Si tanto quieres saber, te diré. Soy Iván Gorchensky y soy de un lugar del que tú y la zorra de tu esposa al parecer nunca irían.
Juan se notaba aterrado y furioso. No sabía qué había sucedido con su esposa ni lo que pretendía el sujeto que se encontraba dentro de ella.
Por su parte, Ivan era completamente dueño del cuerpo de Laura y no lo dejaría pero, él sabía que no le convenía que Juan se enojara. Él estaba bastante cómodo con la vida que llevaba y no quería arruinar sus macabros planes.
-Mira cabrón, se me ocurre una forma en la que ganemos los dos.
-¿En serio? ¿Crees que puedo ganar algo de ésto? Acabo de perder a mi esposa, ahora un depravado está en su cuerpo. Dijo Juan exaltado.
-No la perdiste del todo, imbécil. Respondió Laura.
-¿A qué te refieres?
-Por alguna extraña razón aún soy Laura, tu esposa. Por un momento el tono y la calidez de Laura se hicieron notar.
-Mira, es como si toda mi conciencia se hubiera encimado sobre la de Laura. Yo soy quien está en completo control de éste cuerpo pero, los recuerdos y memorias aún están ahí, tengo acceso ilimitado a todo el ser de Laura. Sé más de Laura... que tal vez ella misma.
La forma en la que hablaba era muy tranquila, algo muy común en Laura y ese tono tranquilizaba a Juan.
-Mira, yo seré el ama de casa ideal, la esposa que deseás. Seré Laura en todos los sentidos, ni más, ni menos. Si te harta algo de mi solo lo cambiaré y listo.
-No me convences. Respondió Juan.
-¡Escúchame animal!
Laura cambió de semblante y levantó la voz.
Juan se quedó enmudecido al ver el drástico cambio de su esposa. De un momento a otro Laura se tranquilizó como si fuera ella misma.
-Perdón Juan, te propongo algo. Yo saldré del cuerpo de tu esposa en el momento en que tú encuentres la manera de que eso suceda. Te juro y te soy sincero. No tengo la menor idea de cómo ocurrió ésto, solo recuerdo haber despertado en éste cuerpo.
El tipo en el cuerpo de Laura sonaba convincente o tal vez era el hecho de que el tono de Laura, de su verdadera esposa lo convencía. Juan no tuvo más remedio y se propuso hacer un trato con él.
-Esta bien, permitiré que te quedes en lo que encuentro la manera de solucionar ésto pero, con tres condiciones.
-Las que quieras. Respondió Laura sonriendo.
-Por favor, que los niños no se enteren de esto. Creo que es obvio pero bueno, ellos no necesitan saber qué hay un pervertido sexual disfrazado de su madre y que anda por ahí fingiendo ser ella.
-Segundo, quiero saber todo de ti. Necesito saber por completo quién eras antes de ocupar el cuerpo de mi Laura.
-Y tercero. Respeta el cuerpo de mi esposa. No puedes tocarte y todo ese tipo de porquerías que te gustan. ¡Nada de sexo! Tu no tienes derecho de aprovecharte de el cuerpo de Laura.
-Por nuestros hijos no te preocupes, no notarán la diferencia entre su madre y su nueva Mami. Muy dentro de mi, Laura ama y daría la vida por nuestros hijos. Respondió Laura.
-Mis hijos, aclaró Juan.
-Nuestros imbécil, cada segundo qué pasa me siento más Laura que yo mismo.
-Es difícil para mi pero, imagina que agarras a un pinche viejo pervertido y lo metes en en el cuerpo de una inocente madre y esposa pero con unas pinches tetas de revista y una puchita de zorra. En serio imbécil, contenerme en el cuerpo de tu esposa es difícil, pero por nuestros hijos cambiare eso.
-Entiende, no estoy fingiendo ser su madre. Soy su madre. Y no hay un pervertido sexual en la mente de Laura, ahora Laura es una pervertida sexual.
Juan se estremeció al oír eso.
-Además, necesitas saber quien soy yo y con quien vas a vivir.
-Y por último, creo que tienes razón en parte, pero soy mujer y tengo necesidades. No quiero tener sexo nadie más que con mi esposo, solo por que tengo las memorias de Laura y bueno obvio que conmigo mismo.
-¿Contigo mismo? Preguntó Juan extrañado.
-Pues si, con mi cuerpo original.
-¿De qué estás hablando?.
-Mira yo sé que te molesta que alguien más le meta la riatota a tu esposa, yo también me enojaría si alguien más se estuviera cogiendo a mi esposa pero, tranquilo soy yo mismo. No tengo enfermedades, solo voy a ir un rato los miércoles y los viernes, a liberar la tensión de mi viejo cuerpo y ya. No lo vas a notar, además estas tetitas y ésta puchita se deben de atender.
—Eso no. No dejaré que un desconocido toque a mi esposa. Dijo Juan consternado.
—Demasiado tarde. Laura río burlonamente.
—¿Qué? Juan levantó la voz con furia
—¿A donde crees que salía todos los días? ¿A caminar? No imbécil, iba a qué me rellenaran
El culito de leche. —Sé que te enoja pero mira, mi mente está aquí dentro y yo soy quien toma las decisiones.
Juan enmudeció.
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