Lucía abrió la puerta del cuarto de Erica...
El cuarto olía a sudor y sexo. Las persianas estaban a medio cerrar, y la luz de la tarde se colaba en rayos dorados que acariciaban la piel desnuda de Erica. Su cuerpo temblaba con movimientos descontrolados, una mano entre las piernas, la otra aferrada a las sábanas. Se quedó congelada al ver a Lucía parada en la puerta.
Pero Lucía —o al menos el cuerpo que parecía ser Lucía— ni se inmutó. Al contrario, soltó una carcajada suave, como si lo que veía fuera simplemente adorable.
—Muchacho, si de verdad quieres andar en este negocio, vas a tener que moverte más rápido —dijo con calma, cruzándose de brazos como quien da una lección—. Llevo años en esto, y créeme, lo digo por experiencia.
Lucía entró al cuarto sin apuro, sin molestarse en cerrar la puerta.
—Nunca te quedes más de dos o tres días en el mismo cuerpo. Te vuelves una presa fácil, sobre todo para los que ya nos la sabemos.
Se sentó al borde de la cama, cruzando las piernas con una elegancia que contrastaba con el caos de la escena.
—¿Eres nuevo, verdad? Se te nota. Lo haces por placer, no por estrategia. Por eso repites patrones. Estás dejando rastro muy evidente.
Dylan tragó saliva, todavía con el cuerpo de Erica al desnudo, la respiración agitada y el rostro pálido.
—¿Quién eres? —preguntó, apenas con voz.
—Llámame Jale —respondió con una sonrisa ladina—. Soy un Body Hopper, igual que tú. Pero yo sé cómo seguir vivo. Y hoy me tocó quedarme un ratito en esta belleza —dijo, deslizando una mano por su propio pecho— mientras espero el siguiente trabajo.
Se inclinó un poco hacia él, sin dejar de sonreír.
—Y tú, criatura ingenua, por poco y me haces pensar que eras un Cazador. Me sacaste un buen susto. Pero no… sólo eres un novato, jugando con cuerpos que no son tuyos.
Jale se paró despacio, estirándose como si no tuviera ninguna preocupación en el mundo.
—En fin. Ya que estamos aquí, voy a darte unas cuantas lecciones. Si tienes suerte, te van a servir para no morir tan rápido. Y mientras tanto… pues podríamos divertirnos un rato, ¿no?
Erica —Dylan— se quedó sin palabras. No sabía si tenía más miedo o más deseo. Jale lo miró con ojos juguetones, como quien decide si va a regañar a un niño o a comérselo entero.
—Mami sabe que te has portado mal… —murmuró con voz cálida y provocadora— y te va a castigar por ser una niña muy, muy traviesa.
____________________________________________________________________________
Comenten si les gustaría una segunda parte.
Interesante que haya cazadores de body hooppers
ResponderBorrar